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domingo, 17 de enero de 2016

La trituradora de cultura

No merece otro nombre. A los que me leen desde otro país ajeno al mío, no se preocupen, esto no les afecta de forma directa. Sin embargo, aquí, en España, 2013, se aprobó una ley que se carga de un plumazo la posibilidad de seguir escribiendo una vez estés jubilado.

Sí, tal y como lo leen. Si los derechos de autor de alguien superan un tope, te quedas sin pensión. Es decir, si publicas un libro y superas un tope en las ganancias, te quedas sin prestación. Aunque hay una excepción: Los políticos pueden escribir y publicar lo que les salga de las narices sin tener ningún tipo de contrapartida.

La ley en sí es absurda. El que pueda permitirse renunciar a la pensión podrá seguir publicando aunque maldiga su suerte. Pero habrá otros que van a tener que elegir entre una de los cosas. O publicar o pensión.

Es una forma de ahogar, de terminar con algo que no hace daño a nadie, salvo a la ignorancia: la cultura. Cualquiera que sea escritor, no va a dejar de escribir, porque sencillamente no se puede, es algo que termina formando parte del día a día. El problema es, cuando a esa persona se le impide compartir lo que ha escrito, aunque sea de una forma "indirecta".

Y es que nadie que se mete a escritor lo hace para ganar mucho dinero, porque no es algo tan sencillo de lograr. Aunque haya excepciones, claro. No tengo palabras para la rabia y la indignación que siento al ver que pueden destrozar todo lo que quieran impunemente. 

"Nadie se dedica a la literatura para hacerse rico. Más bien al contrario. Salvo casos aislados, es necesario tener otro trabajo para poder escribir. Lo normal es que los exiguos derechos de autor que te llegan apenas sirvan para invitar a tomar unas cañas a los amigos. Es un oficio duro, lleno de renuncias, que exige una gran constancia y que a veces incluso lleva al divorcio. Nada de eso importa si uno quiere escribir. Lo hará igualmente. Lo hizo un desconocido Faulkner mientras trabajaba en una oficina de correos. Cervantes, cobrador de impuestos. Primo Levi después de pasar varios años en un campo de concentración. O Joyce, en el tiempo libre que le quedaba mientras enseñaba inglés y se emborrachaba. Hablo de los grandes. Los pequeños escuderos, casi todos, nos ganamos la vida enseñando, escribiendo artículos que cada vez se pagan peor –cuando se pagan–, barriendo calles o como sea. Lo importante es arañar unas horas al día para poder escribir, aunque el proceso no nos lleve a nada, mucho menos a ganar dinero."

Fuentes y más información:

http://www.elespanol.com/cultura/20160113/94240609_0.html

http://elasombrario.com/como-acabar-de-una-vez-por-todas-con-la-cultura/

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