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jueves, 22 de octubre de 2015

La musa

El silencio se desborda en el dique, con palabras que apuntalan la gravedad. Una venda en mis ojos, eso es lo que veo. Acaso las balas me golpean cuando no van dirigidas a mí. Tal vez el sonido se propaga en otra dirección y yo lo capto.

No soy un eje como tú, eso es cierto, tras de mí sólo gira el tiempo, lento e implacable. Busqué refugio en los lugares más inciertos, así de seguro puedo llegar a ser. ¿Qué hay en tu cabeza? ¿Hay disponible una estancia para mí o solamente el sonido de mi irritante timbre?

Locura, locura en las palmas de mis manos. Nunca el deseo tan lejano en la cercanía. ¿Qué puedo esperar? Máscaras más hermosas se han visto, disfraces más elegantes se han dispuesto. Sólo doy un regalo que no será devuelto, una ilusión jamás proyectada en mis pupilas.

La ruleta rusa ríe y me señala. "Tú", "tú", "tú" como única compañía. Otra hiel sabrá amarga; otras manos, ásperas; otras sonrisas, muecas; olvida la dicha que te den otros cuerpos, ninguno es el que buscas; quédate con la alegría, la impronta, nada más. Sólo lo que nunca alcanzas será tu culmen, el temblor del gozo, más, descártalo, pues sólo te saludará su alma.

"Será tu musa", susurra, "una musa que te rehuye y te observa, que participa aún con un rastro de temor; una musa que te rehace mientras buscas hacer algo con ella. Nada más cristalino que lo imposible".

Y ahí está, una M que me desgrana, aún cuando otras letras buscan entrar; la M que crea y cuyos ecos llegan a mis dedos, dibujando algo que quizá sólo ella y yo comprendemos, porque nada es casual y toda construcción tiene un por qué.

Y ahí está, conociendo lo que le muestro, y mostrando lo que quiere que conozca. Nada más.

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