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jueves, 10 de septiembre de 2015

Los lobos

- ¡Ey, hola! Has vuelto. ¿Cuanto ha pasado? Quince días, ¿no? Eso sí, has llegado con ganas de hablar. Y eso me gusta. Veo que también has traído dos animales contigo. Lobos. Muy bonitos cuando no están hambrientos, ¿no crees? Pero ven, no te quedes ahí, de pie.

La figura se desplaza y se sitúa al lado. Los lobos, al fondo, se quedan expectantes. Uno es de color negro con ojos verdes, el otro, blanco con ojos azul intenso. Deben ser del mismo tiempo, pues la altura y complexión que tienen son similares. Son jóvenes. Casi es de noche, por lo que sus ojos despiden un brillo hermoso.

- Bueno, ¿cómo van las cosas? Ya estás de vuelta al trabajo, ¿no es cierto? Y después, "finito". Ya me contarás donde conseguiste los lobos. Ahora que has venido, me preguntaba si... Es una duda que tengo, y es que, tú dices cosas, hablas, pero, ¿algo de eso me lo dices a mí? A mí me gusta pensar que sí, que por alguna razón vienes de vez en cuando a sentarte aquí. Aunque en realidad tengo mis dudas. Y no afirmo nada. Es mejor así. ¿No?

Silencio. Los lobos ya no están quietos. Están uno frente al otro y se gruñen, enseñando los dientes. La noche se cierra.

- Tus lobos no tienen buen humor hoy, ¿eh? A ver si se les va a escapar un bocado. Que yo le tengo mucho aprecio a mis brazos.

- No te harán nada.- Murmuró.

- ¿No? Bueno es saberlo. ¿Cuando volverás? Te eché de menos, ¿sabes? Venía aquí cada día y echaba un vistazo, por si te veía aparecer. Sin resultado. Hasta hoy. Aunque debes encontrar extraño eso, ¿verdad? Al fin y al cabo soy yo el que se pone a hablarte. Tú apenas hablas. Conmigo. Con el bosque sí. El río cambia cuando vienes. Y el viento. Lo cambias todo.

- Yo no cambio nada. Las cosas cambian.

- Umm... Las cosas cambian debido a ti. Sin ti permanecen igual. No importa cómo lo quieras definir.

Se escuchan dentelladas y aullidos escalofriantes. Los lobos se pelean. Se muerden en las orejas, se dan zarpazos en la cara, se revuelcan en el suelo.

- Traje piruletas. No sé si te gustan, pero quise traerlas. Ten.

- ¿Por qué haces esto? - Cogió la piruleta y la abrió.

- ¿El qué?

- Todo esto. Lo de venir aquí. Lo de hablarme. Darme esto. - Se metió la piruleta en la boca.

-  ¿Y por qué no habría de hacerlo?

Un gemido lastimero interrumpe la escena. Uno de los animales va ganando. No se distingue bien quién, debido a la sangre y a la oscuridad del lugar.

- Yo también he estado pensado... Cuando vienes aquí, y me hablas, ¿me hablas a mí o hablas contigo mismo? ¿Me dices a mí las cosas o te las repites para ti?

- Quizá las dos opciones son ciertas. Pero piensa que si no vinieses nada de esto se habría dicho.

Una ráfaga de sangre empapa a los interlocutores. Solo queda un lobo, que aulla, victorioso. El muchacho se gira para ver qué lobo es el que ha muerto.

- ¡Mira! Ha matado al lobo que tenía los ojos...

- Lo sé. No hace falta que me gire. Sé quién ha ganado. Lo que no sé es si tienes algo que ver en eso. 

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