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domingo, 12 de julio de 2015

Los pájaros

La primera vez que me saludó, recuerdo que el desierto era lo único que se veía. Estaba sentada en la arena, al lado de un cactus enorme, donde se posaban dos pájaros de color azul, cada uno a los extremos de la planta.

Quizá lo extraño no era cómo podían estar en un cactus, piando, sino cómo podía ser posible encontrar unos pájaros así en un terreno tan hostil.

- ¿Te has perdido? - Inquirió, con una mezcla de curiosidad y timidez.- Hace tiempo que no viene nadie por aquí.

- No. El camino me ha traído hasta este lugar, pero no me he perdido. Aún.- Respondí.

Se quedó un rato pensativa, sin saber qué decir.

- ¿Por qué no te sientas aquí un rato? Así puedes descansar.

- De acuerdo.

Me senté a su lado, y nos quedamos en silencio, mirando a los dos pájaros, escuchándolos trinar.

- Ese pájaro azul... Es tuyo, ¿verdad? Vino esta mañana, se puso ahí, en el cactus, y... Y el mío también quiso salir.

- ¿Qué te hace pensar eso?

- Has venido ahora, ¿no? No hay nadie más aquí. Quiero decir... Mira a tu alrededor.  

- ¿Y si así fuese?

- No lo sé. - Contestó, al cabo de un rato.- Como ves, aquí no queda mucho. Ni siquiera hay agua.

Esbocé una sonrisa.

- ¿Te refieres a esto?- Inquirí, abarcando con los brazos los alrededores.- Este sitio, antes no era así. Es cierto que no sé cómo era, pero que así no estaba, de eso estoy seguro. Y este lugar, esta atmósfera, no son permanentes. Puede cambiar.

- ¿Cómo puedes saberlo tú? ¿Cómo puedes demostrar eso?

Me levanté, y le extendí la mano.

- Vamos, te lo diré.

Una vez estuvo conmigo, le señalé su pájaro azul.

- Fíjate en él. ¿Escuchas el sonido? Es un sonido alegre. Mira su pelaje, y su cuerpo. Está sano. El día en que tu pájaro no quiera cantar de ninguna de las maneras, ese día sabrás que el paisaje que haya no puede tranformarse.

La miré a los ojos, y, sin que se lo esperase, la abracé. Fuerte, suave. Y devolvió el abrazo. Ahora los pájaros revoloteaban.

- Y esto, demuestra que el desierto no será permanente.- Le susurré al oído.

Ella no lo veía porque tenía los ojos cerrados, pero de haberlos abiertos, habría visto que, en el suelo, y en un círculo que los rodeaba, había brotado hierba cubierta de rocío, y, en el cactus, de entre las espinas, surgieron flores.

https://youtu.be/-1tppqa62W8


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