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viernes, 13 de marzo de 2015

El desahucio

Escucho las risas afuera, rumores sordos de la calle. No sé qué hacer. El Parkinson domina mis manos, y no me gusta el sabor de la atmósfera.
Un vaso de agua en la mesa, con la pastilla lista. "No sabe mal, un regusto a almendras, y listos". Eso fue lo que dijo, y se marchó. Que se joda. No pienso tomarme eso, antes se lo doy a los peces.

Me sostengo como puedo con la garrota y me tomo las medicinas. No hacen mucho, pero da igual. Me aclaran la mente. Excepto cuando veo a Naranjito por la tele. O a cualquier otro. La bilis me sube por la garganta y me dan ganas de darles a ellos el cianuro. Que se jodan. No me voy a ir. Antes muerto. ¿Adónde voy a ir? Apenas puedo andar, y no puedo hacer nada con las manos. Y, aunque pudiera, no tengo fuerzas ya. Soy un inútil, pero se supone que me he ganado esto. El estar aquí sin hacer nada, sentado, leyendo a Schopenhauer aunque se me canse la vista, y cada vez la tenga peor. No pienso dejar que me echen. Esta es mi casa. Se les llena la boca diciendo mentiras, y mientras tengan ahítos sus bolsillos, les da igual lo demás.

Las lágrimas me arrasan la cara. No sé qué puedo hacer. La carta en la mesa. En dos horas la policía estará en la casa. Que me perdonen por esto. Cojo la cápsula de ácido y me la meto en la boca. Bebo agua. Me siento en la silla. Abro el libro, y leo: "Nuestro mundo civilizado no es más que una mascarada donde se encuentran caballeros, curas, soldados, doctores, abogados, sacerdotes, filósofos, pero no son lo que representan, sino solo la máscara, bajo la cual, por regla general, se esconden especuladores de dinero".

Espasmos, sacudidas, temblores, y, al fin, la calma. El libro cae al suelo. La televisión puesta. Una hora para la irrupción del caos.

Que se jodan.

Para Juanra.


Palabras clave: Ácido cianhídrico, Schopenhauer, Naranjito.

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