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martes, 1 de octubre de 2013

El viaje

Son largas las escaleras que llevan al templo de Tenochtitlán, y al llegar a la cima me pierdo entre tantas ofrendas y habitaciones desconocidas. Doy vueltas sin rumbo fijo, viendo a algunos fieles, hasta quedarme solo. El viento soplaba en un término medio que se agradecía bastante, teniendo en cuenta que no iba muy abrigado. Un techo de nubes blancas cubría y tapaba al cielo. Fue fijándome en estos detalles cuando apareció ella, de la nada, la diosa Itzel, mientras en los alrededores no había alma humana alguna.

Al acercarse a mí, la fragancia de miles de flores rodearon mi cuerpo, y, como buenos mensajeros, penetraron en cerebro a través de las fosas, llenándome de placer y alegría. Parecía algo fuera de lugar. De entre todas las personas, la diosa aparecía ante mí. No solo eso, me sonreía de forma sincera, como si ya la conociera de antes, de otro mundo lejano, abstracto, y perdido en el espacio.

Se acercó a mí, y caminando a mi vera, comenzó a hablar. No sabía en qué idioma hablaba, y aunque lo entendiese, solo tenía sentidos para su rostro, para la sinuosa silueta de su hechizante cuerpo, pues me parecía estar viviendo algo irreal, imposible. Me miraba de vez en cuando, y se encontraba mis ojos fijos en los de ella, tanto era así que me limitaba a seguir sus pasos. Ya podría haberse lanzado al vacío por un precipicio que me hubiera lanzado en pos de ella sin dudarlo.

Durante mi estancia a su lado, iban apareciendo demonios que rugían y que escupían humo por la boca, pero al verla a ella, se detenían y nos dejaban pasar. Llegamos a una gran extensión de terreno, cubierto de verdes hierbas, y árboles que pugnaban por superarles en color. Allí habían duendecillos de los bosques correteando por doquier, y armando mucho ruido. Me llevó a una zona desierta, donde se podían ver cascadas de agua, y pequeños caminos formados por árboles. Entonces habló en mi idioma natal.

- Cómo son de curiosas las cosas, hasta lo que parece inmutable cambia en un descuido.

Entonces volvimos al lugar inicial, y, con un movimiento de manos hizo aparecer unas hojas enormes sobre las que podíamos sentarnos.

- Ese estanque seco que ahí ves, antaño tenía el agua cristalina, y ahora no es más que refugio de los ghouls, que vienen a molestar enseñando sus partes íntimas a los viajeros.

Me preguntó sobre mi viaje y qué me había llevado allí, cosa que me sorprendió, pues yo había ido allí a rendirle tributo.
Empezó a hacer frío, así que ella hizo aparecer un abrigo sobre su cuerpo, y yo solo pude mitigarlo acercándome y juntando mi piel con la suya. Era cálida al contacto y ardía en deseos de acercarme más, pero desconocía sus intenciones, de modo que volví a mi posición inicial y continué hablando con ella. Observaba todos sus movimientos; la posición del cuerpo, la velocidad de sus labios, el brillo de sus ojos, la duración de una risa.

El tiempo pasó como un trueno en la lejanía, rápido, fugaz, y haciéndose notar. El barco que debía llevarme de vuelta a casa zarparía en pocos momentos. Yo quería quedarme en aquel lugar con Itzel, envuelto en una burbuja como estaba. Ella me acompañó en el camino de vuelta, dejando atrás el templo, protegiéndome en todo momento por el camino. Ella me guiaba por senderos seguros, alejados de monstruos, y su voz me envolvía en un etéreo sueño que llevaba de cabeza a un más allá imaginario.

Llegamos al fin a puerto, y, dado que el barco no estaba anclado, tuve miedo de haberlo perdido y de haberme quedado en tierra. Aún así, Itzal se encontraba conmigo en todo momento, brindándome su grata compañía. Era curioso, pues ella no podía alejarse del templo, aquel era su hogar, y no podía venir conmigo en mi viaje de regreso. Fue al ver llegar el barco cuando de veras dudé entre embarcarme o quedarme allí. Me fundí en un profundo abrazo con la diosa, y, besándonos en las mejillas, parecíamos decir: "No sé cómo de rápida debe de ser la batalla, ni qué tipo de armas lanzar, solo sé que cuando me disparas, todo lo demás me da igual."

Y, una vez montado en el transporte, desde la ventana de mi camarote se veía el mar, pero yo en los cristales solo podía retratar sus facciones, y nada más.

http://youtu.be/h_5DK_9YxbA

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