Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

lunes, 30 de septiembre de 2013

Enfermedad

Un caballo, una torre, y un alfil en el tablero de ajedrez se alzan, cada uno por su lado, pero del mismo color. Amenazantes piezas, con mortíferas espadas que aturden y atontan, pero que conocen de antemano que no pueden alcanzar al rey. Perdieron la partida antes de empezar, pero aún así siguen plantando cara, pues les va la vida en ello. Mis peones sucumben ante los primeros ataques, pero luego la batalla se estabiliza hasta quedar en punto muerto, tornándose a una guerra de desgaste, con trincheras que delimitan las líneas, y; al fondo, el pensamiento de saber que la partida está ya afianzada y que, sin embargo, todavía queda mucho por ganar.

Cambios

El centinela del castillo se quedó dormido al caer la noche, y permitió que aquella ladrona fuese entrando día tras día. Primero fueron las banderas y sus colores lo que fue cambiando, después, las habitaciones, lúgubremente alumbradas, fueron iluminándose cada vez más; los muebles, ruinosos, dejaron paso a otros más nuevos, aunque con la marca de lo antiguo dibujada en ellos. Más tarde fueron las paredes, siendo sustituido el blanco por colores más alegres, como el azul; los suelos, desnudos, se llenaron de alfombras; las camas, con colchones viejos, se volvieron mullidas y suaves. Luego, los largos pasillos vacíos se llenaron con estanterías llenas de libros de autores tan diversos como Shakespeare, Tolstoi o Thoreau. Por último, las agrietas paredes resultaron arregladas, y en ellas, aparecían cuadros de Monet, Goya, o Corot.

No sé cuándo me percaté de aquella agradable intrusa, pero para cuando quise darme cuenta, ya había puesto patas arriba todo mi hogar, aunque debo decir que mejorándolo bastante.


domingo, 29 de septiembre de 2013

Flying

Ella quería hablar algo más que su lengua materna. Le quedaba pequeño ese conocimiento. Se perdía en un crisol de palabras distintas, a cada cual más extraña y atrayente. Quería decorar su habitación con todas aquellas diminutas partes de mundo, que, de una forma u otra, la transportaban a diversos lugares.

Una góndola en Venecia, transportándola hacia abajo, junto a un hombre cuyo rostro se oculta entre sombras. Un viaje a través de la selva amazónica, bajo enormes árboles, rodeada de vegetación, y sintiendo la lluvia torrencial cubriéndolo todo. Un antiguo castillo medieval, aún en buenas condiciones, donde se hospeda en una habitación sin luz eléctrica, alumbrada solo por velas y faroles, en medio de un denso bosque. Una estancia amena en la vereda de un río, viendo una trepidante cascada en las cercanías, y las hojas otoñales de los árboles cayendo a su alrededor. Un paseo de la mano junto a un misterioso caballero en la orilla de una playa vírgen, observando la luna en la franja nocturna.

Todo aquello recorría sin necesidad de salir de su habitación, y no es cierto que hubiese inventado una máquina de teletransportación: las distintas palabras, de los más alejados lugares, ejercían esa fuerza sobrehumana.



http://youtu.be/PnCBST6_MhI

Posturas

Es posible que no consiga resolver la ecuación que rige mi vida, nunca fui un buen matemático. Siempre me pareció algo estático, ortodoxo, que no ofrece salidas ni puertas traseras. La exactitud de los números. Es cierto que muchas cosas dependen de eso, pero no termina de encajar con mi forma de ser. Frente a ese poder inmutable, yo esgrimo la constante del error, la belleza de la imperfección, la racionalidad cogida de la mano con los sentimientos; distintos, sí, pero no incompatibles.

Yo le canto al poder de la palabra, aunque admiro la precisión del número. Pero hay cosas que los números no pueden hacer, como conseguir que la mente saque a relucir emociones internas, a menos que esos números estén relacionados con las palabras, como puede ser el 69, un número familiar para todo aquel que haya oído alguna vez de la existencia del kamasutra. Yo siempre quise leerlo, y a la vez ponerlo en práctica, por eso no he pasado de la primera página.

El caso es que, mediante el uso de las letras, previamente ordenadas, se puede conseguir derribar barreras mentales, provocar química dentro del cuerpo, similar a las drogas. Se crea así una dependencia a algo sano, provechoso y agradable, mientras que el número, aunque permite formar las drogas, que causan sensaciones magníficas en primera instancia, no puede lograr eso sin destrozar la composición natural del cuerpo. 

sábado, 28 de septiembre de 2013

Moonlight

No me gusta observar retratos de personas. Por cálida que sea la pintura, su mirada es fría, penetrante, incómoda. Nunca fueron vestidos con el alma, y, al mirarlos, pienso que mi reflejo es el que muestran sus ojos, una persona gélida, vidriosa. Rehuyo de las miradas, igual que un cervatillo huye de su presa. Mis ojos son las puertas a mi mundo interior, y no doy ese acceso a todo aquel que se le antoje.

De algún modo pienso que soy como la Luna; lejana y distante con aquellos que están fuera de mi órbita, pero con las estrellas que forman parte de mi camino, me vuelvo tal y como soy, aunque a veces muestro solo un lado, otras medio, y, muy raramente me muestro por completo. Es ahí, en esa última fase, donde realmente mi luz no viene del Sol, sino de mi propia felicidad, y es entonces cuando aquellos que me ven en la lejanía, vislumbran mi verdadera belleza.

http://youtu.be/-hH1zutgUGk
Empieza a llover. No sé desde cuándo me gusta la lluvia. Todo se remonta a un pasado tan oscuro que no quiero vislumbrar más allá de la oscuridad del presente.  Me encuentro en la calle, y las nubes cubren todo el cielo bajo el que me encuentro. Una gota, y otra, y otra más... Decenas, cientos, miles de gotas que chocan contra el asfalto, las tejas de cerámica, los árboles, el cristal de los coches... Y sobre mi ropa,  mi cabello, y mi rostro. Puedo observarme mientras camino, en los rincones donde nacen los charcos, espejos que deforman la realidad mientras están en movimiento. Me encanta que ocurra esto. De algún modo siento que no soy la única que derrama lágrimas cuando se siente mal, también el tiempo lo hace, de forma conjunta incluso, de forma que, al mirar mi cara, no es posible distinguir si lo que hay son lágrimas o gotas de lluvia.
Además, igual que los ojos se limpian con el agua, también se limpian los rincones más sórdidos de la ciudad. Dicen que las nubes grises y ennegrecidas crean un paisaje feo, triste, y deprimente, pero aquellas mismas personas que lo sostienen no dudan en teñir de suciedad el cielo, con humos contaminantes, e ignoran que el agua es el principio de toda vida, y su fin, el fin de esta enorme bola de hormigón armado llamada Tierra.


Un, dos... ¿tres?

Dicen que existen dos mundos. Uno real, consciente, que determina la vida; y otro imaginario, paladín de los sueños, efímero condicionante del primer mundo.

Pues bien, esto es falso. Existe una tercera ubicación, en la que se mezclan los dos mundos, ya sea porque la realidad se vuelve similar a lo que habitaba en el subconsciente, ya sea porque la realidad se dibuja en los sueños y la imaginación.

A su vez, este lugar se divide en dos evoluciones distintas del tiempo. Una, más cercana a la frontera de la realidad, en la que los segundos se pasan como si fuesen heridos de guerra, mutilados graves; se arrastran por el suelo, caminan lentamente, y en ocasiones dibujan la eternidad. Una eternidad anquilosada, aburrida, indeseada, en la que nadie preferiría la inmortalidad.
La segunda, más cercana a los límites del subconsciente, se vuelve rápida y sosegada, envuelta de paz, tranquilidad, y emociones cálidas. No obstante, los minutos se escapan de las manos, como si intentásemos atrapar con los dedos agua de un estanque.

No sé cuál de estos estados frecuento con más asiduidad, pero sí sé que, cuando estoy con ella, aparece un cuarto habitáculo, paralelo a todos ellos, en el que el tiempo deja de funcionar, como un reloj parado que se dibuja en el infinito. Y, solo cuando nos separamos, es cuando todos los soldados de Cronos rompen filas y se disponen a arrebatarme lo que les corresponde.

http://youtu.be/LXLXJKhkxl0

jueves, 26 de septiembre de 2013

Conduzco en una carretera sin vehículos, sin normas, sin obstáculos. A veces el coche da bandazos, acelera bruscamente, o, por el contrario, da una fuerte frenada. No sé hacia donde conduce este coche, los faros solo iluminan una ciénaga pantanosa, en la que las luces confunden al viajero. Igual que el náufrago perdido en el mar, mi cuerpo desconoce su reacción.

De entre todas las engañosas señales, aparece una que se muestra fiable, y no es otra cosa que un ángel. No es que existan realmente, pero la mente es tan caprichosa que sabe reproducirlos, aunque en mi caso no se parece demasiado al modelo estándar. Perdió sus alas en pleno vuelo, y, en lugar del halo, sobre su cabeza descansa una corona de plumas del pasado invierno.

Es cierto que puede volar, pues su subconsciente le permite atravesar las barreras de la realidad, e instalarse en un mundo de fantasía, donde nadie, excepto quien lo comparta, puede acceder a él.

Y, lo cierto es que, aunque siga al ángel, y evite de momento el camino cenagoso, desconozco si voy en dirección prohibida, o si, por el contrario, me dirijo a un destino tan hermoso como misterioso, donde el ángel se vuelve de carne y hueso, y la única luz que aparece al fondo de mi vista, es la que irradian sus cristalinos ojos.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

En la frontera

Bosque cerrado 
de sombras,
solo un rayo
en la espesura,
y los ecos ríen
al poder viajar.

Caminaba con
la ninfa Galatea,
sobre piedras
frías y grises,
sobre cielos
blancos y azules.

Nos sentamos,
junto al 
Gran Árbol,
donde hablamos,
y solo interrumpieron 
torpes orangutanes.

Tiene Galatea
profundos ojos,
que invitan a
vagar a oscuras,
que llevan a valles
bellos y floridos.

Si ella habla,
es Dios que canta,
si ella calla,
es Luzbel que ruge.

El reloj gasta
rápido sus balas,
cuando otras
desenfunda lento,
y la hermosa ninfa
desaparece debajo
del agua cristalina,
diciendo: adiós, 
adiós, adiós.

Y, en un último 
suspiro silencioso,
echa la vista atrás,
y con su sonrisa
parece decir:
Hasta pronto,
misterioso paladín
de las palabras.

http://youtu.be/Bz8iEJeh26E

martes, 24 de septiembre de 2013

Me muevo a ambos lados de la línea que trazaste en el suelo. "No cruces aquí, permanece allí, solo en el medio". Palabras que se llevó el viento. Hace frío aquí, en este rincón de mis sueños. Deja que tus plumas cubran mi cuerpo desnudo, dejaremos  que nuestro alrededor se convierta en la Tierra del Fuego.

El juego del ahorcado siempre da tu nombre, y nunca caigo en el patíbulo. La multitud enfurecida se marcha y me quitas la soga del cuello, sonriendo, ángel blanco de la impureza, para luego curarme las marcas. Posando tus labios sobre mi amoratado cuello, los nervios fluyen con rapidez; mis sentidos se nublan, aletargados, y el cuerpo entra en un estado de semi-inconsciencia, como si una gran dosis de afrodisíacos hubiesen invadido la sangre, atontando a los glóbulos rojos.

Las cascadas de agua que cubren tu cuerpo susurran una melodía conocida, mientras cortinas de humo impiden que pueda verte con claridad. No sé si has llegado para quedarte, o si, por el contrario, te marcharás con la aurora. No sé si necesitaré un par de hojas o más de un libro, pero sí sé que, de alguna manera, perteneces a mis páginas.

http://youtu.be/_4v0aN5-ICw

lunes, 23 de septiembre de 2013

Black Swan

Salí a cazar en un duro invierno. La nieve, fría y veloz, me acuchillaba las mejillas con ayuda del viento; los pies, ataviados con buenas botas, se hundían varios centímetro en blanco y húmedo suelo, haciendo que tuviera que esforzarme mucho para avanzar unos pocos pasos. Ni siquiera la gruesa piel del abrigo me protegía contra las inclemencias del tiempo: empezaba a sentir frío.

Estaba a punto de abandonar la estúpida idea de cazar con aquel temporal, cuando, no muy lejos de allí, vi un estanque, en el que un cisne de color negro, era acosado por otros de color blanco. Se encontraba sin fuerzas, malherido, así que pegué un tiro al aire, para espantar a los indeseables, y me acerqué al otro. Como parecía estar con vida, me quité el abrigo, que ya poco me servía, y, con suma delicadeza, envolví al cisne en él. Lo sostuve entre mis brazos, y emprendí el camino de regreso a casa.

Siempre me gustó aquella casa de madera. Pero ese día no. El frío reptaba por las rendijas de la puerta, por las diminutas aperturas de la madera rajada, y no había forma de entrar en calor. Había dejado al cisne sobre la cama, convenientemente tapado, y, antes de curarlo, quería encender el fuego.
Pero no había forma humana de encenderlo. La madera, insuficientemente seca, solo servía para hacer señales de humo en un hipotético escenario del salvaje oeste. Al rato lo dejé por imposible, y me acerqué al cisne para curarle las posibles heridas, pero, al acercarme, no estaban ni el cisne ni el abrigo.

Busqué por toda la casa, pero no había ni rastro de ellos. Sin abrigo, sin pieza de caza alguna, muerto de frío y agotado. No podía tornarse ya peor el día. Decidí marcharme a la cama, aunque todavía faltaba para la noche, el atardecer estaba avanzado, y yo estaba derrotado.

Me despertó un ruido en mitad de la noche. A ciegas, busqué las cerillas, y encendí el candelabro de la mesita de noche. Ya había cesado de nevar, y aunque la nieve reposaba generosamente en la ventana, se podía ver el exterior. Una luna llena se dibujaba sobre un inmenso mar de copos blancos, de árboles caducos conquistados por el antónimo del negro, y los perennes pinos formaban dualidades diversas con el paisaje. La oscuridad, cerrada, con las estrellas tapadas por nubes grises, que se arremolinaban también junto al preciado satélite. El viento había cesado, y solo la calma parecía reinar, exceptuando los lejanos aullidos de los lobos.

El sonido causante de mi reciente vigilia había sido el crepitar del fuego, que estaba encendido. Mi cara de sorpresa fue de risa, pues no tenía ni la más remota idea de cómo había podido suceder aquello. Me levanté de la cama y fui a observar aquello más de cerca.

Entonces, se apagó el fuego, y la luz del candelabro. Apareció una figura femenina, iluminada solamente por la luz que daba la luna desde el exterior. Llevaba únicamente por vestido un abrigo, sin abrochar, capucha puesta sobre la cabeza: Aquel era mi abrigo.

No supe cómo reaccionar. Aquella magnífica figura se acercaba cada vez más, parsimoniosamente, con seguridad, hacia mí. Los pensamientos se agolpaban en mi cabeza a toda velocidad, como un accidente de coche en cadena, ¡pah!, imagine un montón de bólidos contra la pared.

De lo que no dudaba era que aquella mujer era hermosa, las líneas de su cuerpo, elegantemente definidas; sus pechos, contorneados; y la luz de sus ojos, más brillante que la luz que recibía la luna.
Cuando estaba prácticamente frente a mí, se quitó la capucha y dejó ver su larga melena. Lisa, con cabellos similares a hilos perfectamente formados de las manos de dioses artesanos.

Al estar junto a mí, me dio un abrazo, y, susurrándome al oído, me dijo:
- Gracias.

Se apartó un poco y me dio un fugaz beso en los labios. Inmediatamente después, mis párpados empezaron a pesar más y más, y mi cabeza no me respondía, solo podía caer rendido a la cama.

Al despertar, ya era por la mañana, y gran parte del color predominante durante la noche, había desaparecido. Caían gotas de los árboles marchitos, iluminadas por el sol naciente; el suelo, aún con una capa notable, era lo único que había sobrevivido. A mi lado, dentro de la cama, se encontraba el cisne que había desaparecido el día anterior, curado de sus heridas, y con un brillo en los ojos que me resultaba familiar.

A partir de aquel día, me encontré con unas experiencias similares, en las que, al anochecer, una chica cuidaba de mí, con la misma ternura que yo cuidaba a aquel cisne. Rara vez dijo palabra alguna, pero siempre que dormía junto a mí, sin caer yo presa de su embrujo, en mis oídos retumbaba una y otra vez un nombre: Helena.





domingo, 22 de septiembre de 2013

Soy el monje de la esquina

Voy vestido con candor y recato, y a los niños con esplendor saludo, pues no hay nada más bello que de Dios sea uno fiel cristiano y plebeyo.

Soy el pastor que guía a su rebaño, por delicados prados de antaño, docto en la palabra de un libro algo manoseado, pero que toda oveja sabe que de Él nos fue dictado.

Yo tengo la inmunidad del cielo, el salvoconducto en la vida terrenal, qué triste consuelo, y mi mente puede romper mi amada doctrina, pues ser feliz quiero, como el pájaro que trina.

No siga usted, mente pura y bien amaestrada, pues esta lectura al corderito le está vedada, y el vino de Cristo transforma a su humilde delegado, volviéndolo un poco transtornado.

Y es que hay algo que el cuerpo no puede dominar, y es al irresistible impulso de amar, pero amar con implicaciones del Maligno, nada puede contra ese poder magno.

Mi cabeza desdibuja las dulces sonrisas, tornándolas en arpías lascivas, y hasta la risa más inocente se vuelve una llamada que por ojo ajeno se mete.

Soy católico como Dios manda, pero en mi reclusión, mi supremo miembro demanda, que el amor sin unión, no tiene ningún perdón, pues hay que transmitir a Dios hasta el fondo del corazón.




sábado, 21 de septiembre de 2013

El derecho como papel mojado

Se alza ante mí una interminable vía, que decido recorrer de noche, aún cuando las luces se apagaron antaño, y los peligros acechan en cada rincón. No sirve el grito ahogado frente a la sordera social, ni la señal visual frente a la ceguera colectiva del problema ajeno.

Los pasos retumban en mis oídos, construyendo caprichosas reverberaciones que me impiden pensar con claridad, aumentando el nivel de adrenalina en la sangre, pero también el miedo. El área de visión de mis ojos se estrecha de forma inevitable, y la baja luminosidad del lugar tampoco me hace ningún bien, pues solo puedo mirar hacia delante, caminar en ese único sentido, pero con la cabeza en lo que pueda haber a mi alrededor, sin poder mover un dedo.

Solo cuando llego a mi destino, consigo recuperar la normalidad: El latido del corazón se vuelve a niveles estables, el sudor de mi frente desaparece; y el campo de visión regresa a la normalidad. Es entonces cuando me pregunto si realmente se puede ser libre en un lugar donde, para conocer la seguridad, debes permanecer en un lugar cerrado; o, si no lo es, un lugar donde haya gente, concurrido, y ni aún así tienes la certeza de conocerla en su totalidad.


viernes, 20 de septiembre de 2013

Soldaditos de papel

Las variantes de la mente son tan infinitas como el propio universo. Esto se deduce por ejemplo, cuando, ante un mismo texto, ante una misma descripción, dos personas pueden imaginarse cosas distintas; tal vez no radicalmente distintas, pues conservarán la forma que las palabras dictan, pero sí pueden cambiar entornos, añadir, o incluso desfigurar la idea original que la persona que aporta esas palabras quiere transmitir.
Cogeré para esta ocasión, un texto que no me pertenece a mí, sino a otra person.

"Me encuentro en un castillo medieval, en una habitación de tonos blancos y violetas, con grandes ventanales; la luz es tenue y por la noche se ve el bosque gracias a los antiguos farolillos que hay colgados en los árboles. Las estrellas brillan mientras susurran mi nombre, y me quedo dormida en la mecedora mirando a la luz de la luna."

Cuando terminamos de leer las líneas, el lector sin duda se ha imaginado lo ahí descrito, pero, incluso en mi caso, que puedo poner rostro a la persona que protagoniza esa descripción, hay diferencias en el proceso imaginativo. Es muy difícil hacer que algo que tiene que dibujar la mente mediante palabras, sea igual en la cabeza de todos los que lo leen. Diría que es imposible, a menos que fuese algo muy concreto a lo que se puede poner una imagen vista anteriormente, como puede ser un cuadro o una pintura.

Con todo esto, lo que quiero decir es que, la literatura, al igual que la música, adquiere ese poder mágico precisamente por esta particularidad, porque con un solo mundo que actúa de base, por diminuto que sea, se crean otros muchos que guardan diferencias. ¿El número? Depende de las personas que lo descubran.

jueves, 19 de septiembre de 2013

La doble M

Yo soy la doble
línea de la vida,
que separa la
abrumadora multitud,
una careta por rostro,
un silencio por respuesta.

No hables aquí,
tus palabras mueren,
ser extraño,
mientras dibujo
mi sonrisa de cristal.

Un fantasma inservible,
no veo otra cosa,
la frialdad avanza,
y desfigura mis muecas.

Sácame del foso y
llévame a casa,
por oscuras autopistas,
montados en un
océano sin techo.

No habrá desierto,
pero arderán mis
cálidos luceros,
al son de una
perdida melodía.

Y tal vez entonces,
se construya
un puente rojizo,
en el que se caiga
mi entrañable Bauta.

http://youtu.be/xM4Rldp9QWA

Llamando a la puerta

- ¿Qué esperas encontrar aquí? ¿Por qué has venido?- Preguntó el guardián.
- No lo sé... Las palabras de este enorme lugar me atrajeron con una fuerza que no podía reprimir. Me cogieron de la mano y me trajeron aquí. Supongo que lo que busco es un lugar donde cobijar mi mente, un sitio donde poder sentirme abrazado frente a todos los peligros de ahí afuera.
- Podrás atravesar la puerta de entrada, pero no el resto. Te quedarás en el rellano.
El guardia se apartó y dejó que entrase dentro del inmenso castillo.
Allí, había otra puerta custodiada, pero no por un hombre, sino por una bestia.
- ¿Qué buscas aquí? El acceso está vedado para aquellos que vagan errantes por este mundo.
- Aún lo desconozco... El agradable cantar que despedían las notas de este rincón del universo me hicieron venir aquí casi de forma inconsciente. Creo que lo que busco es poder escuchar esas melodías, y dejar que invadan mi cabeza y mi alma.
- Podrás pasar, pero solo se te dejará entrar a las habitaciones secundarias.


 Continué avanzando, y, tal como me había dicho el último centinela, solo podía entrar a habitaciones pequeñas y sin mucha complejidad. Hasta que llegué a otra puerta, esta guardada por dos gigantes, al final de una enorme sala de baile, coronada por una enorme lámpara. Al llegar allí, surgieron los improvistos de antaño.
- ¿Quién eres? ¿Qué deseas de este lugar? El camino está cerrado para aquellos que buscan lo que no les pertenece.
- Mi nombre... Poco importa. Pero, a decir verdad, no sé por qué he llegado aquí. Imagino que fueron los agradables paisajes y las hermosas flores que crecían por este lugar, todo ese colorido y esa explosión de armonías visuales deben ser las que me han traído de cabeza a este magnífico edificio.
- De acuerdo, pasa.- Respondieron mientras me dejaban paso.

Entré en una habitación plenamente iluminada, y allí había una chica, con un libro cerrado en sus manos. Al notar mi presencia, alzó la mirada.
- ¿Qué haces aquí? ¿Qué esperas encontrar en este rincón del mundo?
- Cuando llegué a este palacio no lo sabía muy bien. Al principio creía que era por las palabras, luego, que era por el sonido que emanaba, después opiné que sería por lo que había visto. Pero ahora que he llegado hasta aquí, puedo decir casi con toda seguridad que no vine por nada de eso. Entré en este palacio porque quise formar parte de ese libro que guardas entre tus manos, porque este mundo no es otro que el de tu mente, y yo no quiero ser un intruso, sino parte de estas habitaciones, y parte de esas hojas. ¿Me dejas pasar?


http://youtu.be/J9IYkgstMEM

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Himno de la Comunidad de Madrid

Hoy voy a poner un himno que me gusta mucho, no por el sentimiento que pueda tener hacia la comunidad en sí, sino por el significado que esconden sus letras.

Se trata de un poema cargado de ironías y de sátiras que los políticos que lo encargaron en su momento no supieron ver, cosa que no sorprende, pero que aún así no es nada desdeñable este logro. No es otro que el himno de la comunidad de Madrid, y fue compuesto por Agustín García Calvo, un poeta ácrata bastante avispado, véanlo, si no, ustedes:

Yo estaba en el medio:
giraban las otras en corro,
y yo era el centro.
Ya el corro se rompe,
ya se hacen Estado los pueblos,
Y aquí de vacío girando
sola me quedo.
Cada cual quiere ser cada una:
no voy a ser menos:
¡Madrid, uno, libre, redondo,
autónomo, entero!
Mire el sujeto
las vueltas que da el mundo
para estarse quieto.


Yo tengo mi cuerpo:
un triángulo roto en el mapa
por ley o decreto
entre Ávila y Guadalajara,
Segovia y Toledo:
provincia de toda provincia,
flor del desierto.
Somosierra me guarda del Norte y

Guadarrama con Gredos;
Jarama y Henares al Tajo
se llevan el resto.
Y a costa de esto,
yo soy el Ente Autónomo último,
el puro y sincero.
Viva mi dueño,
que, sólo por ser algo,
¡soy madrileño!


Y en medio del medio,
Capital de la esencia y potencia,
garajes, museos,
estadios, semáforos, bancos,
y vivan los muertos:
¡Madrid, Metrópoli, ideal
del Dios del Progreso!
Lo que pasa por ahí, todo pasa
en mí, y por eso
funcionarios en mí y proletarios
y números, almas y masas
caen por su peso;
y yo soy todos y nadie,
político ensueño.
Y ése es mi anhelo,
que por algo se dice:
De Madrid, al cielo.


http://youtu.be/ZlTYo78Y4vE

martes, 17 de septiembre de 2013

Cuatro objetivos, y una sola bala en la recámara. El punto de mira, preciso, pero agentes externos pueden mover la trayectoria del proyectil. Uno no sabe si disparar, o dar media vuelta y dejar todo como estaba.

Se puede cazar con las manos, me dicen. Pero no cuentan que es más fácil que la presa escape. La mente se bloquea, las diversas opciones que surgen de repente son abrumadoras. No eres un cazador experto, pero siempre te has fijado bien en todas las cosas, y precisamente ese es el error. Empiezas a observar, y te das cuenta de que no puedes disparar a un solo blanco, porque es difícil elegir, y en tu interior sabes que no puedes simplemente cerrar los ojos y escoger al azar.

Pero si no haces nada, te quedarás solo en el bosque, el tiempo moverá de su lugar a sus criaturas, pues es caprichoso, y, del mismo modo en que a veces no nos muestra presa alguna, en otras ocasiones, como ahora, muestra a varias de sus hijas, y solo nos cede una.

¿Qué hacer, pues, ante la duda? Disparar, disparar como sea. Aunque la bala se incruste en el árbol y las dianas vivientes se marchen. Total, solo puedes ganar, la pérdida ya la tienes como punto de partida.

http://youtu.be/TGRHO_yUTE0

lunes, 16 de septiembre de 2013

¿Es mi barco mi tesoro?

Soy el capitán de un barco que no responde al timón que maneja sus movimientos; viajo siempre a la deriva, y nunca veo tierra a lo lejos. El único paisaje que avisto es monótono y aburrido cuando llevas tanto tiempo mirando el agua del mar, y su oleaje. Aunque también es cierto que no tengo ninguna queja complementaria, pues de vez en cuando encuentro cementerios de barcos encallados, y el mío los evita con sospechosa maestría. También se zafa de las tormentas, que, en mitad de la noche, me sorprenden. Es algo asombrosamente rápido: el oleaje ruge, se alza, tan peligroso como majestuoso, ávido de destrucción; nada que ver con la relativa calma de la que se goza minutos antes a la transformación.  El cielo se viste de luto, y no deja siquiera ver a la estrella Polar, solamente deja que veas la rapidez del rayo, el rugido del trueno, y la frialdad de la lluvia, que, por cierto, es incapaz de inundar el barco aunque me cale hasta los huesos.

Tal vez, lo que no me guste de esta situación, no es sino el hecho de tener que navegar siempre solo. Es posible que así evite los peligros del mar, pues mi barco siempre ha navegado sorteando todos y cada uno de ellos; pero entonces estaría perdiéndome unas experiencias que, si bien pueden no resultar placenteras, resulta odioso tener que prescindir de ellas. 

http://youtu.be/T8pGjg73h9k

domingo, 15 de septiembre de 2013

Rutina.

El fantasma de la rutina es un ser silencioso, traicionero, que te abraza por detrás cuando piensas que ya se ha marchado. Este cuerpo etéreo hace que los minutos de nuestra vida se arrastren por el suelo, con las manos, como si les hubieran cortado los pies. Y es que el eterno retorno es, en verdad, una pesadilla, por placentero que sea este. Una y otra vez los mismos pasos, las mismas acciones, como si un poderoso brujo nos hubiera condenado a dar vueltas sin parar, en forma de trompo o de peonza. Y nos preguntamos, ¿por qué no nos libramos de ese abrazo maldito?

La razón es simple, y es que ese apretón en el cuerpo nos da calor; tal vez se vuelva insoportable, y no termine de gustar hacer siempre el mismo recorrido, pero es que desconocemos lo que pasará si cogemos otra vía, ¿será un abrazo mejor o peor que este? Y esa cuestión martillea la cabeza, posiblemente sea obra del fantasma, pero realmente es el miedo, que nos ata de pies y manos con una cuerda atenazante, poderosa, lo que impide deshacernos del desagradable abrazo.

http://youtu.be/W8LsXCU0hv4

sábado, 14 de septiembre de 2013

Tic, toc, y la fábula del tiempo.

El segundero del reloj viaja hacia atrás, pero se consume hacia delante, lenta y pesadamente. Cuatro paredes de hormigón se alzan, formando una jaula que simula la libertad, una cárcel de oro espaciosa para el reo, que camina y no palpa los barrotes, que aspira y no siente el aire viciado. Puede ser que se haya acostumbrado a su alrededor, ignorante de lo que ocurre o de dónde se encuentra. Una venda que tapa sus ojos y una duda que lo ciega. No sabe si en su cabeza se acumulan las dudas o las certezas, pues solo alberga esperanzas que, al igual que una bombilla desgastada, titila, se enciende, y se apaga. Y lo único que sabe es, que si estuviera montado en un barco, dejaría que le arrastrase la corriente.


viernes, 13 de septiembre de 2013

Parnaso

Hay niebla en las 
calles del Parnaso, 
no se ve el Big Ben,
ni la Diosa Cibeles.

Cae lluvia como
misiles de morteros,
y no se siente nada,
y no se moja nada.

Vuelan almas
perdidas y olvidadas,
motas de polvo
pasto de las eras.

Sentado en el banco
junto a Napoleón,
viendo pasar su barco,
vacío como una ilusión.

Desconozco la muerte,
esto solo es la mente,
vanos pensamientos
que vienen y se marchan.

Igual que Dios creamos
mundos de la nada,
en una vida misteriosa
sin saber de donde viene,
ni hacia dónde se va.

Y lo único que queda
son las cálidas pecas
en tu rostro, nada más.

http://youtu.be/vzB19amNuD0
 

La tuya es una máscara que muta cuando más lo espero, y también al contrario. Solo los ojos de un bufón aparecen en los tuyos, y ríes, y ríes, pero las barreras se alzan, incluso cuando yo creo haberlas superado.

Y es que la función acaba de empezar, en este extravagante circo, donde la princesa juega de maravilla al fútbol, y el payaso se desvive por la lectura. Y no hay dragones ni príncipes, los devoró el agujero negro de la traición, en un viejo tiovivo abandonado. Y la princesa ríe, pero haciendo una mueca; y el payaso juega, sabiendo que su apuesta es a todo o nada, con unas cartas malas en su mano, y el horror deslizándose tras la sonrisa del dealer. Y yo ya no sé si cambiar de mano o tirar los dados. Y yo ya no sé si quererte a voces o en silencio...

http://youtu.be/PaUI6Tvd1sA

"Car san rire c'est plus facile de rëver à ce qu'on ne pourra, jamais plus toucher"
Hasta el día más monótono, hasta la rutina más acusada originan cambios. En la personalidad, en la percepción de las cosas o de una persona. Lo que antes era blanco se vuelve negro, o gris. Y alguien a quien conociste como fruto del azar, se vuelve más importante sin apenas notarlo, hasta que empiezas a pensar, y miras a corto plazo la evolución; porque si lo haces a largo plazo, es posible que ya sea tarde...